
De las clases de Biología en Bachillerato, recuerdo cuando estudiábamos la herencia genética con las Leyes de Mendel, y si tuviese que decir ahora mismo la primera palabra que se me viene a la mente, diría GUISANTE. También recuerdo que un día el profesor me llamó al orden en varias ocasiones porque no podía contener la risa cada vez que escuchaba pronunciar “Cresta Mitocondrial”, y que, en un gesto de arrepentimiento, le escribí unos versos improvisados en clave de romancero sobre una de las mesas del Laboratorio. Por las veces que tuve que presentarme a recuperar el examen antes de ir a Selectividad, diría que la composición espontánea no le hizo tanta gracia como a mí.
Entre mitocondrias y romanceros, retuve que el genoma humano es la secuencia de ADN contenida en 23 pares de cromosomas, siendo uno de esos pares el que determina que seamos hombres o mujeres. Pero con los años, y de forma autodidacta, he descubierto que debe existir un cromosoma del que nunca se ha escrito ni hablado, pero que, a buen seguro, muchos y muchas (de aquí en adelante alternaré femenino y masculino al azar) podréis identificar perfectamente. Se trata del Cromosoma Ambivalente. No sabría deciros si está enmascarado en algunos de los pares o si se manifiesta por igual en hombres y mujeres. Lo que tengo claro es que a su portador, le hace expresar ideas y/o deseos a su pareja afectiva que van directamente en contra de lo que piensan y esperan en realidad.
Ejemplo de una situación que podría producirse en una pareja al uso bajo la influencia del cromosoma ambivalente:
- Miembro A:Cariño, ¿de verdad no te importa que vaya esta tarde con mis amigas a ver el fútbol?
- Miembro B: Claro que no, ve con tranquilidad si es tu deseo y disfruta.
- Miembro A: De acuerdo mi amor, volveré después de cenar, ¡te quiero!
- Discurso interno no expresado Miembro B: “Que decepción, me hubiese gustado que hubiésemos hecho un plan los dos juntos esta tarde”.
¿Nos situamos? Pues, aunque parezca una secuencia típica de sketch Pantomima Full, estas son las cositas del Cromosoma Ambivalente. Por alguna extraña razón, cuando estamos en pareja, este cromosoma se activa, nos hace cortocircuitar, y se producen situaciones de este tipo. Y no se trata de una adaptación del ser humano al Siglo XXI, o de una mutación insidiosa como pueden parecer las alergias y las intolerancias repentinas a cosas variopintas, estoy convencido que ya en el Pleistoceno, cuando Mercadona todavía no había contemplado su sección Gluten Free, los Neandertales ya tenían sus más y sus menos por estas vicisitudes del Cromosoma Cortocircuito. Me imagino al Homo neanderthalensis rechazando con indignación un beso de su rollete porque se lo ha tenido que pedir y no le ha nacido como un gesto sincero y proactivo de amor.
Cada cual que haga autoconciencia y determine si identifica conductas en sí mismo propias del cromosoma, o si bien, lo registra en su pareja. En mi caso, reconozco que este factor genético me ha supuesto condicionantes en varias relaciones, porque a pesar de ser Psicólogo, prefiero que me digan blanco cuando es blanco, a tener que invocar a Anthony Blake para averiguar las apetencias reales de la otra persona. Me declaro ahora mismo absolutamente ANTIFÁN del: “Si se lo tengo que pedir, ya no lo quiero”, ¡por favorrrrr! Eso sí, he desarrollado un recurso práctico que comparto para quien pueda interesar:
Traigamos a la mente las reglas de los signos que aprendimos en matemáticas, las que decían que más por más es igual a más, y menos por menos también es igual a más. Pues bien, haciendo una extrapolación a la comunicación en la pareja, he aprendido que dos “No importa” consecutivos pueden ser perfectamente un “Si”.
Ejemplo:
- Miembro A:Cariño, ¿estás enfadado por algo?
- Miembro B: No (primera negación).
- Miembro A: ¿Seguro mi amor? Si te ha molestado algo que haya hecho puedes contármelo.
- Miembro B: No estoy enfadado (segunda negación).
No + No = Si que está enfadado, y mucho. Y no le hagas negarte tres veces como San Pedro a Jesucristo.
Una cosa es ser prudente y rechazar comida teniendo hambre cuando nos la ofrecen en casa de los suegros, y otra bien distinta es no comunicar de forma cómplice y sincera tus deseos a quien es tu pareja sentimental. ¿Cuál es la explicación a este suceso? ¿Por qué no se produce con la misma intensidad esta paradoja cuando nos relacionamos con amigos o familiares? El AMOR, he ahí una de las claves que pueden servir para entender esta incongruencia.
No sé si conocéis “El Monstruo de los colores”, un fantástico recurso didáctico de Ana Llenas para introducir a los más pequeños en el mundo de las emociones. En el libro, aparece un Monstruo de aspecto achuchable que va cambiando de colores según la emoción, que viene a ser lo mismo que ya hacía en su momento el Camaleón de King África. En la historia, el protagonista aprende que puede asignar colores a sus emociones y meterlas en botellitas para gestionarlas de la mejor forma posible. Pues bien, se queda loco cuando descubre que al Amor no hay manera de gobernarlo, ni asignarle colores, ni meterlo en botellitas. Claro aviso para navegantes noveles de lo que está por venir.
Antes de que estos jóvenes se hagan mayores y abanderen la soltería como opción eficiente y sostenible de futuro (apuesta personal, en menos de 15 años el porcentaje de población soltera superará al de población adulta en pareja), voy a compartir unos tips con los que seguramente sea difícil estar de acuerdo al 100%, pero que en mi opinión, son importantes a considerar o es posible que haya tirado largo en el plazo de mi previsión.
Bien entendidos, los siguientes consejos pueden servir para oxigenar y revitalizar el concepto tradicional del AMOR y las relaciones. Si abrimos un poco la mente y nos replanteamos ciertas creencias que damos por arraigadas, aún podemos prevenir decepciones y evitar cortocircuitos cuando nos vinculamos sentimentalmente:
- Comunicación, comunicación y comunicación. Dime lo que quieres y lo que sientes, no sé si te podré satisfacer, pero al menos negociamos con las cartas bocarriba. Si no lo expresamos, no es mi obligación conocer siempre lo que esperas de mí.
- Ajusta expectativas. Tu pareja no ha llegado a tu vida para salvarte, ni podrá estar SIEMPRE ahí, alguna vez te puede fallar, y no pasa nada. No lleves siempre encima la lista para apuntar los FAILS, y aprende a no resaltar los errores del otro por encima de sus muchísimos aciertos.

- No sois UNO, ni el uno es para el otro, ni la otra es para el uno. Compartís áreas de vuestras vidas, tenéis proyectos en común, y estáis juntos porque os queréis y os aportáis cosas bonitas, pero olvida la idea de fusionaros como si fueseis un átomo, que mira lo que pasó en Chernóbil.
- Olvida las pruebas de fe, nadie tiene que demostrarte amor incondicional más que tú misma. La confianza más importante es la que sientes hacia tu propia persona, sabiéndote capaz de sobreponerte a cualquier circunstancia sobrevenida que atente contra los cimientos de tu relación.
- Tu pareja tiene una vida y unos intereses más allá de la propia relación, y esto no significa que no le importes, que no te quiera o que no seas una prioridad. Poner a las personas en la tesitura constante de elegir, DESGASTA.
- Si tienes la sensación de que sin tu pareja te faltaría la vida, posiblemente aún no te conozcas ni te quieras lo suficiente.
- Tu historia de amor no tiene necesariamente que evolucionar por derroteros normativos, olvida los roles asociados a géneros, no te compares con otras parejas, no juzgues a la otra persona solo por las cosas que te gustaría que sucediesen y no llegan. Redefinid juntos vuestra relación, negociad y trazad puntos de encuentro, y si las cuentas no salen, a otra cosa compadre ¡SIN DRAMAS!
Posiblemente, a lo largo de nuestra vida hayamos introyectado tantas ideas y creencias sin masticar de un amor idealizado y principesco, que inconscientemente sostenemos unas expectativas respecto a la pareja que son difíciles de cubrir. Seguro que no soy el primero a quien le costó asumir con deportividad que las personas del sexo opuesto también expulsan ventosidades. Al final, otra vez la culpa a las películas de Disney, verás…
No quiero parecer ambivalente, y aunque reflexione sobre el amor y comparta ideas basadas en experiencias y observaciones, me consta que mis estados sentimentales son tan complejos de predecir como los del Gato de Schrödinger. Igual que el Monstruo de los colores, sigo sin saber si el amor es rosa o si cabe en un frasquito con forma de corazón. En cualquier caso, resulta clave conocer las reglas del juego y exponerse asumiendo la responsabilidad individual de perder o ganar sabiendo disfrutar de haber participado. En definitiva, como diría Eduardo Galeano, “Lo importante del amor es que sea infinito, mientras dure”.
Jose Manuel Chirino
4 comentarios en «El Cromosoma Ambivalente»
Y como diría aquel: disfrutarlo mientas dure sin perder la esencia de un@ mism@.
Una vez más, dando en el clavo; podríamos hacernos la vida más fácil pero se ve que a los/as humanos/as nos gusta “hacernos la picha un lío”…
Veo que esta vez has apostado por un ensayo más amplio y en profundidad, me gusta mucho más este estilo. Justo esta semana tuve una charla sobre la dependencia emocional, muy interesante, Chirino.
Obra maestra, me ha hecho reír y reflexionar a partes iguales. Creo que el momento cresta mitocondrial me pilló de cerca jajaja