Ríete, y el mundo reirá contigo, enójate, y posiblemente termines llorando solo (E.W. Wilcox)
Hoy me fui de casa contrariado a las 07:30. Con ésta, ya van dos mañanas seguidas en las que no consigo dar de vientre antes de salir, y yo soy de esos que necesitan obrar cada 24 horas para fluir en paz por la vida. Ya sé que voy predispuesto, pero es que manda narices que coincida también en el ascensor con la vecina del perrito con chaleco que me da los buenos días haciéndome el favor de su vida. 10 segundos no dura el trayecto hasta el garaje, pero se me hacen eternos y encima no he conseguido echarme tranquilo la última miradita en el espejo. Esta señora es de esas que dan coraje, seguro que cuando está en un cajero automático aprovecha la ocasión para consultar sus movimientos, revisar el Ibex y actualizar la libreta ¡pero por Dios señora! ¡Que hay gente esperando! ¡que ya nadie usa libreta! Y, además, apostaría a que nunca le ha preguntado a su perro si le gusta vestir con esos ridículos chalequitos de lana.
Ya en el coche, me entran los siete males cuando me incorporo a la circulación justo detrás de un vehículo con una ELE en azul, que empieza a ceder el paso a unos viandantes que se aproximan caminando a más de veinte metros del cruce para peatones. En este punto, no sé si me dan más coraje las “niñas pavas” haciendo prácticas de autoescuela, o los hombres mayores que cruzan por la calle a cámara lenta pensando que todos estamos jubilados y no tenemos más preocupación que mirar las obras y dar de comer a los pájaros.
No son todavía las 07:40, y pasar por delante de una gasolinera me ha recordado que tengo pendientes varias tareas de esas que me revientan y para las que el ritmo de vida actual no ha previsto el momento perfecto: “desviarme cinco minutos a echar gasolina, hacer la compra, descargar fotos para liberar memoria del teléfono, poner una lavadora con las cuatro cosas blancas que se quedan siempre al fondo del bombo, y plantarle cara al borrador de la Declaración de la Renta”. Ninguna de estas cosas está prevista para hoy, pero solo recordarlas hace que me entren ganas de dar un claxonazo a la niña de la Autoescuela.
Además, hoy es martes, ese día tonto que no debería ser tan odioso como el lunes, pero que a mí me da coraje ¿por qué? No lo sé, ME DA CORAJE. Por la misma razón que me da coraje la gente que retransmite sus vidas por las redes sociales esperando mi aprobación…”seré un ser insensible, pero no me importan un pimiento las fotos de tus pies con el mar de fondo”.
A las 07:50, y casi llegando al trabajo, el móvil empieza a vibrar en el bolsillo una y otra vez de forma compulsiva. Como es normal, esto me pone de los nervios “¿¡quién será el lumbreras que envía 10 mensajes de WhatsApp para transmitir una idea!?” ¡Finalmente, era un amigo que ha creado un grupo para decirnos que se casa! ¡Yujuuuuuu! Mi alegría es “máxima”, si no fuera porque es la quinta boda a la que voy a ir en dos meses. Rápidamente hago números en mi cabeza, y esto me recuerda que también me dan coraje las bodas. Mientras todo mi entorno se casa, yo a lo más que aspiro es a emborracharme en sus bodas y bailar la nueva canción de Enrique Iglesias con alguna solterona o divorciada.
… Y con este nivel de estrés y “mala leche”, me incorporo a mi trabajo dispuesto a enfrentarme a un día a día que posiblemente venga lleno de situaciones difíciles y en el que tendré que relacionarme con otras personas constantemente…
¿Te identificas en algún punto? Si no te identificas, seguro que al menos conoces a una persona más o menos cercana de esas que viven “enfadadas”, de esas a las que parece que todo les cabrea. Sin embargo, resulta difícil argumentar que todo esté organizado y determinado para dar coraje. Como siempre, no está en nuestra mano cambiar el mundo ni la forma de ser de otras personas, pero si podemos trabajar para modificar y mejorar nuestra experiencia de vida en relación con nosotros mismos y con los demás.
IDENTIFICA Y RECONOCE TU NIVEL HABITUAL DE MALA LECHE
“Habla cuando estés enojado y darás el mejor discurso, del que siempre te arrepentirás”. Ambrose Bierce (Escritor estadounidense).
¿Dónde tienes el umbral para el enfado? Si tu estado de calma-alerta-irritación fuese como los colores del semáforo, procura mantenerlo en Verde la mayor parte del tiempo. Resulta muy incómodo vivir en el amarillo constantemente, y además genera una sensación de tensión e incertidumbre que se termina transmitiendo al exterior. Y si no, que le pregunten a la niña de la autoescuela que tanto te saca de tus casillas cómo se siente cuando en sus prácticas se encuentra con un semáforo en ámbar. Es desconcertante.
Nadie tiene la culpa de que hayas salido de casa sin obrar por la mañana, y nadie tiene por qué saber que no se te pueden tocar las narices los martes. Solo tú estás obligado a conocer tus “peculiaridades” para intervenir sobre ellas y procurar mantenerte en la franja verde. Haz deporte, respira profundo, medita, lee, conversa, haz el amor, cuida tu alimentación, o descansa, pero encuentra la forma de no vivir en amarillo.
¿QUÉ HACES PARA AFRONTAR TUS INSATISFACCIONES?
Quizás podría ayudarte pararte a pensar durante un minuto acerca de las posibles razones que mueven a otras personas a hacer lo que hacen. Quizás, pensar que tal vez el chaleco de lana que lleva el perrito de la señora fue un regalo de su madre, te ayude a interpretar de otra forma la situación, y aunque te siga pareciendo ridículo, es posible que al menos no te resulte enervante. Si consideras que quien expone sus momentos felices en Facebook y hace público su amor en Instagram, está haciendo frente a los complejos y empezando a disfrutar de cosas que la vida le negaba, tal vez entiendas que nadie pretende fastidiarte. Y si eres de los que tienen cuentas abiertas en todas las redes sociales, pero nunca publicas nada porque no sabes qué compartir, piensa en las razones que te llevan a ese absurdo, y de camino, pregúntate qué estás haciendo actualmente para vencer tus prejuicios e insatisfacciones. En cualquier caso, es sencillo, utiliza la EMPATÍA.
¿CREES QUE LA GENTE ES EGOÍSTA POR NATURALEZA?
Si eres de los que mantienen que a priori nadie cuenta con tu aprobación hasta merecerla, posiblemente vivas la experiencia de que la gente es egoísta por naturaleza. Una vez más, el problema radica en el rasero “amarillo semáforo” con el que afrontas el día a día y tu relación con el mundo. Evidentemente existe gente verdaderamente egoísta, pero también existen muchas personas que conviertes en non gratas por el simple efecto de Profecía Autocumplida, es decir, tanto acomodas tu actitud con los demás a tu pensamiento poco sociable, que finalmente no percibes satisfacción en tus relaciones personales ¿Cuándo fue la última vez que hiciste un esfuerzo no remunerado por alguien? Si has tenido que pensar 30 segundos, posiblemente tu actitud con los demás es consecuencia de esta profecía. Ahora es el momento de dar una vuelta al posible origen de las frígidas interacciones con la señora del ascensor.
¿DETESTAS LA FELICIDAD DE LOS DEMÁS?
Llevas tanto tiempo acomodado en tu rol de “cascarrabias”, que te has convertido en una verdadera máquina de llevar la contraria y protestar por todo. Nada que amenace el equilibrio de tu zona de confort es bien recibido, y vives replegado en tus monótonas rutinas. Un día te das cuenta que empiezas a quedarte solo, que los amigos que te hacían propuestas aburridas ya no te “molestan” ni para hablarte de sus estúpidos planes de futuro. Esto te indigna y hace fuerte tu posición, confirmándote una vez más que la humanidad es egoísta y absurda. Ya no sabemos si fue antes el huevo o la gallina, pero está claro que la gente no se siente atraída por las personas que irradian “mala leche”. Si te molesta la felicidad de los demás, es muy probable que no estés haciendo lo suficiente por encontrar la tuya. Concede una oportunidad y rompe tu hermetismo, para llegar a lugares nuevos hay que explorar caminos diferentes. Lo mejor de todo esto es que no tienes nada que perder, cada día regala 24 horas para cambiar de rumbo.
Tienes derecho a un mal día, pero no resulta cómodo vivir constantemente como si fuese domingo por la tarde. No proyectes tus complejos y tus insatisfacciones hacia los demás, y piensa qué puede esconderse detrás de cada cosa que “te da coraje”: prejuicios, frustración, envidia, impaciencia, intolerancia, estrés… Lamentablemente no puedes impedir que la gente se enamore, se case o que disfracen a sus mascotas, pero cambia la forma de pensar sobre las cosas y las cosas cambiarán.