“Monogamia: emparejamiento o vínculo sexual exclusivo mantenido en el tiempo con una sola persona”
Pero, ¿es la monogamia algo intrínseco y definitorio del ser humano?
Antes de seguir, advierto: lo que vas a leer a continuación, requiere un ejercicio importante de apertura mental. Se van a exponer ideas por el simple hecho de pensar sobre ellas, sin que necesariamente haya que posicionarse en acuerdo o en desacuerdo. Reflexión, análisis e introspección.
Has decidido seguir leyendo, fantástico, pero si al final del texto concluyes que soy un psicólogo promiscuo, picaflor y que alienta el libertinaje, definitivamente, NO habrás entendido NADA.
En algún artículo anterior, mencioné la palabra INTROYECTO:
“Un Introyecto es un mecanismo a través del cual, los seres humanos, desde que tenemos uso de razón, integramos, validamos y hacemos nuestras determinadas ideas o actitudes, sobre lo que está bien y lo que está mal. Lo hacemos de forma inconsciente y SIN MASTICAR, pudiendo en ocasiones asumir reglas del exterior que terminan siendo perjudiciales para nuestro funcionamiento”.
En nuestra cultura, introyectamos cientos de principios que marcan nuestros actos, y que, en ocasiones, pueden resultar un lastre. Por ejemplo:
- “Si queremos ser alguien importante, debemos estudiar en la Universidad”.
- “Antes de cumplir los 30, hay que conseguir un trabajo estable, tener pareja, ser madre, y asfixiarnos con una hipoteca”.
- “Siempre hay que querer y priorizar a la familia”.
Me pregunto: en esta misma línea, ¿es posible que también hayamos introyectado el modelo monógamo como forma de relacionarnos sentimentalmente? ¿Es posible que este modelo y su herencia, desafíen algunos postulados científicos que apunten más hacia una tendencia natural a mantener relaciones sexuales o sentimentales variadas?
Citando a Manuel Lucas Matheu, sexólogo español, y miembro vitalicio de la Academia Internacional de Sexología Médica:
“Los seres humanos somos monógamos, porque somos pobres”
Manuel Lucas Matheu
Y puede tener su lógica. Apostaría a que un alto porcentaje de las personas que lean este artículo (y me incluyo), o no tienen una vivienda en propiedad, o tienen una hipoteca a partes iguales con su pareja. También habrá quien se haya separado y haya vendido la vivienda que compró con su novio, admitiendo incluso perdonar dinero con tal de perder de vista al banco y a su ex.
Echando un vistazo al maravilloso reino animal, os contaré que existen especies monógamas que se mantienen fieles a su par, pero a menudo, las razones de esta fidelidad, suelen ser más prácticas que románticas. Una de ellas suele ser la proximidad, ya que, si los miembros de una especie viven separados por grandes distancias, tenderán a buscar el amor del congénere más cercano. En equivalencia, le pasa algo parecido a quien no ha salido de su pueblo jamás, y se casa con su novia de toda la vida, que es la hija de la vecina de la nieta de Frasquita.
Y ojo, que esto es fabuloso, pero retomo la pregunta ¿se trata la monogamia de algo inherente al ser humano? ¿o es más bien algo asumido e interiorizado por patrones culturales e instrumentales?
A través del Efecto Coolidge, la biología y la psicología, nos explican cómo aumenta la predisposición de machos y hembras a mantener relaciones sexuales ante la aparición de nuevos compañeros receptivos. Se constata científicamente, que la presencia de nuevas o diferentes parejas sexuales, produce cambios hormonales que llegan a reducir, o incluso a eliminar, el periodo refractario post- eyaculatorio en el caso del varón. Quiere decir esto, que si justo después de eyacular, hay acceso a una pareja sexual diferente, no hace falta tiempo de recuperación para volver a copular. Este ejemplo, parece una evidencia científica de la tendencia natural y genética de nuestra especie a mantener relaciones sexuales con parejas diferentes.
En esencia, somos materia viva, energía, protones, electrones, neutrones, campos electromagnéticos, centímetros y centímetros de piel sensible y terminaciones nerviosas, que nos hemos empeñado culturalmente en catalizar a través del formato monógamo.
Y me vuelvo a preguntar, ¿cuál es el “lastre” de haber asumido normativamente este modelo de amor y sexo para siempre con una misma persona?
Mi padre me contó una vez la historia de un hombre que presumía de tener un perro extremadamente fiel:
Para demostrar públicamente cuánto de honrado podía llegar a serle su can, lo sometió ante el pueblo a una exigente prueba de fe: Lo dejaría siete días encerrado en una habitación con un recipiente de comida, pero le daría la orden de NO comer absolutamente nada, de lo contrario, se vería obligado a sacrificarlo por desacato. El animal, pasó los cuatro primeros días sin acercarse al alimento. Al quinto día, lo merodeó, al sexto se acercó a olfatearlo, y al séptimo, sometido por el hambre, no pudo resistirlo y se alimentó. Al llegar su dueño, decepcionado por la “traición” del animal, cumplió con su palabra y lo sacrificó.
Realmente, ¿necesita el verdadero amor y la fidelidad pruebas de fe extremadas para medirse o evaluarse? ¿Es justo que enjuiciemos y sentenciemos a quien nos quiere bien, por un acto o pensamiento instintivo puntual? En mi opinión, los instintos mecánicos y los pensamientos automáticos, no deberían atentar dramáticamente contra los cimientos de una relación real y bien establecida.
El problema es, que nos hemos empeñado tanto en divinizar los valores de lealtad, fidelidad, exclusividad, unión, fusión, copropiedad e infalibilidad del modelo monógamo, que generamos unas expectativas de idealización casi imposibles de mantener.
¿Dónde está la frontera de la infidelidad?, es más, ¿qué es para ti una infidelidad? Sufrir una erección ante un estímulo visual agradable, ¿es infidelidad? Si te masturbas pensando en el chico con el que pasaste anoche dos horas hablando, ¿le estás siendo infiel a tu novio? ¿es perdonable una infidelidad? Posiblemente, no exista una respuesta unitaria para estas cuestiones. Cada cual pone los límites de lo que considera infidelidad donde quiere, o donde PUEDE, pero está claro, que como en tantas otras cosas en la vida, aquí también, la rigidez supone un LASTRE.
Cada noche, con la atención dispersa, pero con la mente muy abierta, acompaño el momento de la cena viendo alguna escena de First Dates. Y si, os garantizo que aprendo mucho de los jóvenes cuando escucho sus historias poliamorosas y de relaciones abiertas, que aunque se parezcan, no son lo mismo. Pienso y concluyo, que en realidad, aquellas personas capaces de liberarse de las ataduras de un modelo rígido que prácticamente no admite el error, serán capaces de vivir unas experiencias sexuales y sentimentales bastante más saludables. Es posible, que bajo este prisma “open mind”, existan unas relaciones libres del fantasma de los celos, de la traición, del engaño, de la obligación, la restricción, la idealización…
…Y ahí me quedo largos ratos, elucubrando en mi soliloquio con la mente dispersa después de una intensa jornada de trabajo… Y aun siendo capaz de reflexionar y comprender las ventajas de este enfoque, y aun visualizándome competente para comulgar con una filosofía que considero más afín a la genética que nuestro modelo tradicional, por culpa del introyecto monógamo, no puedo evitar emocionarme escuchando la última canción de Manuel Carrasco, mientras espero que regresen las golondrinas a mi balcón, y me devuelvan los cafés de las 07’15.
6 comentarios en «Herencia monógama»
Si es que, al final, eres un romántico sin remedio…jajaja
Está claro, ser monógamo es de pobres…y de viejos claro. Bendita juventud y poliamorosos!!
Interesante reflexión JM.
Diría que la infidelidad se encuentra cuando traspasas los límites acordados con tu, o tus en caso de poliamor, pareja/s. Es decir, las relaciones deberían construirse, sobre todo desde el respeto, y bajo el prisma de un acuerdo tácito de lo que va a suponer dicha relación. Ese acuerdo, debe ser modificable y debe poder evolucionar al ritmo que lo hace la pareja, o incluso, romperse en el momento que alguna parte no desee seguir participando de dicha relación. Los límites y los compromisos que se adquieren al formar parte de dicha relación son por tanto parte de dicho acuerdo tácito. ¡Pero qué difícil nos es explicitar todo esto! Principalmente porque inicialmente puede que solo nos mueva el revolcón y, después, porque requiere de un autoconocimiento, suficiente asertividad y de valentía para expresar los “quiero” y los “siento” a la que no estamos acostumbrados.
Es cierto que hoy en día las hipotecas unen por más tiempo las parejas de lo que lo hace el amor. No en todos los casos, por supuesto. Hay parejas que a lo largo de décadas se procesan admiración y verdadero amor aunque, sinceramente, diría que son las menos. El resto de los mortales nos quedamos en nuestra zona de confort aunque no siempre debido a las introyecciones culturales o parentales recibidas. Otras veces, efectivamente sí que puede ser la influencia convencional del amor romántico la que nos ha llevado hasta donde estamos.
Abrir la mente, despojarnos de los convencionalismos, nos permite sentirnos más libres y seguramente estar en coherencia con nuestra naturaleza más biológica. ¿O tal vez no?
Aquí te dejo mi reflexión.
Un abrazo
Me refería a un acuerdo que no sea tácito, que no se de por sentado y que se explicite entre las partes. En fin que ya hoy no me da para más la cabeza.
Como compañero de facultad, amigo, con breve paso por la licenciatura de antropología y alumno de Manuel Lucas Matheu en mi formación como sexólogo, pues voy a compartir ideas y teorías que enmarquen tu breve ensayo:
Enfocando el tema desde el punto de vista de la sexología evolutiva, se sabe que nuestros ancestros, los más cercanos a los primates, se relacionaban y vivían en lo conocido como “hordas promíscuas”, los machos y las hembras no tenían una pareja estable, así que cada individuo se relacionaba sexualmente con quien le parecía más atractivo dentro del grupo (basándose, probablemente, en su aspecto saludable o en su capacidad para conseguir alimento). Eso facilitaría la cuidado comunitario de las crías, pues se entendería que eran hijos e hijas de todos. Posiblemente, aunque existieran machos dominantes que se impusieran para que su código genético fuera el principal en el grupo, la promiscuidad seguiría dándose, pues es la única forma de evitar el deterioro de los genes por la endogamia.
Esta misma evolución, nos muestra las particularidades de las relaciones sexuales entre las personas, que nos han llevado a que para el Ser Humano es adaptativo el cortejo y la búsqueda de nuevas parejas sexuales, explicado por los siguientes aspectos:
– Dificultad para conocer el momento fértil de la mujer: No hay signos objetivos evidentes para que el hombre conozca la predisposición de la mujer a tener relaciones sexuales determinados por su ciclo menstrual. El deseo sexual de la mujer está desvinculado de lo procreativo, por lo que (simplificando) el macho debe cortejar a la hembra en cualquier época del año. Sumado a que la fertilidad del Ser Humano no es de diez, es necesario varios intentos para que gestación se logre.
– En palabras de Manuel Lucas, “nuestra sed de piel”. Los Seres Humanos somos animales gregarios y sociales, y en las distancias cortas, necesitamos contacto físico, abrazos, caricias y besos. De ahí que nuestra piel, el órganos sexual más grande del cuerpo humano, esté prácticamente desnudo de pelo. Necesitamos contacto, buscamos contacto. De ahí otra particularidad de nuestras relaciones sexuales como primates, mantenemos relaciones sexuales cara a cara. Nos gusta interactuar y, mientras con más personas, mejor. Por eso las orgías molan, Coolidge lo explica con otras palabras.
– El aumento de neurotransmisores del amor: las endorfinas, la serotonina y demás sustancias que se disparan en nuestro cerebro con el enamoramiento son las responsables que perdamos las ganas de comer, que se nos quede la cara de panoli, que veamos a nuestra persona amada en cada pensamiento o esquina de las calles (o sea, alucinaciones). Esta intoxicación de neurotransmisores, dura hasta que nuestro organismo se habitúa a ellas. Lo que viene siendo el conseguir que un embarazo llegue a término. Mes arriba o mes abajo. Es entonces cuando “nos curamos” y esos neurotransmisores se pueden llegar a disparar con otra pareja (¡Ese Coolidge bueno ahí!), enamorándonos nuevamente.
Pero no todo es biología, somos los primates superiores, la sociedad que hemos creado ha hecho que nos autoimpongamos normas y autocontrol. Por ejemplo, el hombre, es decir el macho humano, es el único macho entre los mamíferos que es capaz de rechazar el tener sexo con una hembra predispuesta sin que esté enfermo o su vida corra peligro. De la misma manera, la mujer, la hembra humana, tiene la capacidad de rechazar a cualquier macho que la corteje, por mucho aspecto de sano que tenga y por mucho que demuestre que puede criar y proteger a su prole. Lo que significa que la promiscuidad está modulada socialmente, con sus tabúes y sanciones socioreligiosas. Pero por contra, también somos los únicos mamíferos que, conscientemente, tienen relaciones sexuales por el simple hecho de buscar el placer. Lo de “follar como animales” sólo lo hacen los Humanos.
Las normas sociales que hemos creado son las que originaron el concepto de matrimonio. El matrimonio tiene importantes funciones de control social, aparte del contrato económico que lleva emparejado para mantener, concentrar y transmitir bienes y pertenencias. El matrimonio era el aviso al resto del grupo de “esta mujer o este hombre es mío”, ni mijita acercarse para follárselo, no sea que genere descendencia bastarda y se tenga que repartir los bienes entre más bocas. Es que no se enteraron que asociado al concepto de propiedad iba el de inseguridad y celos, por lo que el matrimonio debía servir para evitar meterse en la cama de pareja ajena y así conflictos y peleas. Aunque gente como Zeus se metía donde quería transformado en el animal que más le molara en ese momento. Pero como con las cita de Lucas que has puesto, “somos monógamos porque somos pobres”, se desprende que sí, que los ricos pueden ser polígamos. En las religiones y sociedades que se permite (al hombre, la mujer como que para otro día), el hombre puede ser polígamos si puede mantener por igual a todas sus mujeres. En las sociedades que está mal visto, pues nada, los hombres ricos podían tener muchas (y muchos) amantes pues su pareja oficial vive a cuerpo de reina (Sofía), pues los cuernos con Moët Chandon son menos cuernos. Como bien nombras, la sociedad está cambiando, no sé si a mejor o como decían en Trainspotting, “Dentro de unos años no habrá ni hombres ni mujeres, solo gilipollas”. Ya es habitual que las parejas formen familias sin existir matrimonio, que se formen familias reconstituidas o que el número de separaciones/divorcios sea parejo al de nupcias. Ya se sufre menos por las rupturas. No está de más nombrar que la unión entre los conceptos “matrimonio” y “amor” es algo artificial. La gente se casaba por cualquier motivo, menos por el amor. Es más, se “matrimoniaban” quiénes tenían bienes o dinero. Fue con el movimiento del Romanticismo cuando se introdujo, con calzador, el amor en esa ecuación. ¡Cuánto daño ha hecho y hace el mito del amor romántico!
Desde el punto de vista más psicológico, las relaciones amorosas pueden explicarse con la teoría de Sternberg: la relación amorosa perfecta es la que se basa a partes iguales en la pasión, en la intimidad y en el compromiso. Para el resto de personas que tenemos relaciones amorosas “imperfectas” pero totalmente saludables y viables, al inicio de la relación, prima lo pasional (volvamos a saludar a nuestro coleguita Coolidge), luego la intimidad cuando nos abrimos y conocemos en profundidad a nuestra pareja, y finalmente, es el compromiso de cuidarse mutuamente o llevar a cabo un proyecto de vida común lo que sustenta a la pareja.
La promiscuidad puede estar explicada por la necesidad de buscar pasión o por la falta de compromiso. Una persona que pone los cuernos puede estar totalmente enamorada de su pareja principal, porque su intimidad con ella es fuerte, aunque le cojee la relación por los otros vértices.
Nuestra sociedad actual de consumo e individualismo, nos pone trabas a que nos centremos en la otra persona, dificultando relaciones comprometidas cuando faltan la pasión y la intimidad. También existen la pareja abierta. Una pareja abierta es que los DOS admiten, bajo unas normas que deben ser explícitas y consensuadas, que se pueden tener encuentros sexuales con personas ajenas. Pero para ello, hay que tener, además de las normas, un análisis de nuestros miedos, inseguridades, autoestima y celotípias respecto a nuestra pareja. Las parejas que practican las relaciones abiertas verbalizan que su relación se caracteriza por la fortaleza de su compromiso, que su factor pasional está en continuo refresco (incluido el que sienten el uno hacia el otro) y que su intimidad es profunda, pues conocen lo que deben y no deben hacer.
En definitiva, y para terminar esta parrafada, el Ser Humano no es monógamo por naturaleza, lo es por los factores socio culturales y, porque es muy agradable, cómodo y satisfactorio, olerle el pelito a tu pareja cuando te abrazas por las noches en la cama. Y además, es muy cansao el ir cortejando a nuevas parejas cada poco tiempo, por muy estimulante que sea eso y por muchas Ashley Madison que borren tu rastro.
Nos vemos en las mesas redondas
Desde luego José Manuel que tus ensayos no dejan indiferente a nadie.
En mi opinión, si ya es difícil tener una relación de calidad con una pareja …no quiero pensar en más de una…jajaja…llamame floja.
Solo me puedo pronunciar en un sentido y es valorar y respetar por encima de todo la libertad individual de elección, para que cada uno viva su amor y/o sexsualidad como mejor le parezca, sin presiones ni ataduras por patrones culturales e instrumentales.
Introyecto… Qué palabra tan interesante…